La Inmaculada Concepción
Tiepolo, Giambattista
© Archivo fotográfico - Museo Nacional del Prado
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen
María, que, realmente llena de gracia y bendita entre las mujeres en
previsión del Nacimiento y de la Muerte salvífica del Hijo de Dios,
desde el mismo primer instante de su Concepción fue preservada de toda
culpa original, por singular privilegio de Dios. En este mismo día fue
definida el año 1854 por el papa Pío IX como verdad dogmática recibida
por antigua tradición (eleg. del Martirologio Romano).
Gratuidad divina. La fiesta de hoy debe enmarcarse en el conjunto de
este tiempo de Adviento. María es la disciplina que nos enseña cómo
esperar en el Señor. El pecado ha entrado en el mundo cuando el hombre
quería afirmarse al margen de Dios. La intervención de Dios después del
primer pecado adjudica la victoria al "linaje de la mujer". María es la
única mujer liberada de la mancha de pecado. María, la llena de gracia y
elegida de Dios, es la mujer del "sí" total del Señor. Dios eligió a
santa María por ser santa y a nosotros nos bendice para que seamos
santos e irreprochables ante él por el
amor.
Finalmente a lo largo del año litúrgico la Iglesia venera de modo especial a la Santísima Virgen, “unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y exalta el fruto más excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser” (CEC, 1172). Y en el recuerdo de los santos “proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y han sido glorificados con Él; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por medio de Cristo al Padre, y por sus méritos implora los beneficios divinos” (CEC, 1173).
Gruta de la basílica de la Anunciación en Nazaret
(Peregrinación a Tierra Santa - mayo 2013)
EVANGELIO DE LA MISA
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1.26-38)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios
le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer
se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar
de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que
llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
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